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La ciencia refuta el "castigo al padre" en las sentencias de divorcio

sábado, 20 de marzo de 2010

Enrique Rodríguez


Jorge Alcalde desvela estudios e investigaciones que desde los años noventa hablan de los efectos incluso fisiológicos de la paternidad, y aconsejan la custodia compartida de los hijos.

He aquí un libro que cumple lo que promete: servir de reflexión a futuros padres, a padres felices... y a  quienes no les dejan serlo. ¿Quién no les deja? Normalmente, un juez, aplicando criterios científicamente obsoletos.


Pero vayamos por orden. Jorge Alcalde, director de la revista de divulgación científica Quo, es también padre de dos hijos, y un entusiasta de esa experiencia. Así lo participó a los oyentes radiofónicos durante dos años en la sección "De padre a padre" de La mañana de la COPE, junto a Luis Herrero y María José Navarro, y ahora vuelve sobre la cuestión, con la idea de continuar transmitiendo entusiasmo por la aventura de convivir, criar y educar a un hijo. Y lo hace a su estilo, esto es, estudio científico en mano, con su última obra, Te necesito, papá (LibrosLibres).

Con datos realmente llamativos. No habría sido sorprendente, por ejemplo, que alguien citase estudios sobre los efectos psicológicos de ser padre. Pero para los no iniciados sí lo es, y mucho, saber que no sólo la mente, sino también el cuerpo del varón experimenta reacciones ante la paternidad. Es decir, la naturaleza le prepara para ello, su misión fisiológica no acaba el día de la feliz concepción. Esto se ha demostrado en animales midiendo la producción de prolactina en machos con crías en relación a machos sin crías, y en seres humanos también con el nivel de estradiol y de testosterona.

Hay una correspondencia clara que sugiere que no sólo existe el instinto maternal, sino también el instinto paternal, entendido aquí no en sentido coloquial –lo cual sería descubrir el Mediterráneo-, sino en el sentido de una reacción con huella química mensurable. Esto, que siempre ha estado claro para la mujer, no se había estudiado para el hombre hasta relativamente hace poco, rompiendo así las teorías sobre el carácter meramente cultural de la paternidad masculina.

También las ciencias de la conducta demuestran que es justo todo lo contrario: la madre y el padre desempeñan papeles complementarios y de importancia similar, hasta el punto de que el doctor Michael Lamb, director de la sección de Desarrollo Emocional de la sanidad pública norteamericana, sostiene, literalmente, que, "con la excepción de la lactancia, no hay pruebas de que las mujeres estén biológicamente predispuestas a ser mejores que los hombres en el cuidado de los niños".
Ni escaqueo ni marginación

Toda una invitación, desde luego, a no escaquearse de ese cuidado -extendida propensión masculina-, y a comprender la seriedad del compromiso adquirido y la responsabilidad que implica su influencia determinante sobre los hijos. Es, pues, una fuente de obligaciones, resumidas en el título: "Te necesito, papá".

Pero también, y con esa misma expresión, debería ser fuente de derechos. Ésta es la parte digamos reivindicativa del libro. Con la extensión de la conflictividad familiar han llegado los casos de separación y divorcio, y, cuando hay hijos por medio y falta el acuerdo conyugal, interviene un juez. Alcalde lamenta que en la abrumadora mayoría de los casos se conceda la custodia a la madre, pese a que son abundantes los estudios científicos de todo sesgo y cohorte que muestran las ventajas de la custodia compartida (el autor cita una treintena).

Para muchos progenitores eso supone un auténtico calvario y, en la práctica, el final del apasionante desafío de tener hijos: es la "muerte civil del padre", que en ocasiones desemboca en el desentendimiento absoluto y, por tanto, en la concentración de las cargas sólo en la mujer, que sale así también perjudicada a largo plazo.

Además de un riguroso y entretenido ejercicio de divulgación científica en un ámbito de interés común, Te necesito, papá es un libro de ayuda y estímulo. Uno lo cierra con el deseo de ser mejor padre, de situar a sus hijos en el centro absoluto de la vida, por supuesto en plena coordinación con el papel insustituible de la madre.

Y es asimismo un bálsamo en las espaldas, muy castigadas, de miles de padres separados y/o divorciados que sienten que alguien les arrebató todo injustamente... y ahora saben que no sólo moralmente tenían razón: también con la biología y la psicobiología en la mano.

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