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El problema que supone ser «la otra»

miércoles, 15 de abril de 2009

Según el Instituto de Política Familiar, cada cuatro minutos se produce la ruptura de un matrimonio. Los datos ofrecidos por el Consejo General del Poder Judicial indican que hasta el tercer trimestre de 2008 se produjeron en España 89.744 divorcios, 6.599 separaciones y 157 nulidades matrimoniales. En Canarias, durante el pasado año, se produjeron casi 6.000 rupturas matrimoniales.

Es frecuente ver en distintas manifestaciones «por la custodia compartida» a un gran número de mujeres. Algunas, muy pocas, son madres a las que han alejado de sus hijos porque son los padres los que tienen su custodia.

Otras, también en menor número, piden que sus ex parejas se hagan responsables de su condición de padre. También están las abuelas que no se han divorciado de sus nietos pero sufren la lejanía y, por último, las mujeres que en mayor número se concentran son las nuevas parejas de los divorciados.

Y es que, a pesar de la ruptura de parejas, los divorciados, en ocasiones, vuelven a contraer matrimonio.

Un caso concreto

Marina S. H. vive con un hombre divorciado en una habitación de apenas 15 metros cuadrados en casa de sus padres. Fruto de esta unión ha nacido Rubén, que tiene cuatro años. El día a día «es muy duro y son muchos los reproches que se ahogan en la garganta mientras se comparte la cama y se hace revisión de cómo ha ido la jornada».

«Es muy triste ver cómo tu marido (lo llamo así aunque no estemos casados) madruga para ir a trabajar cada día, cómo intentamos sacar adelante a nuestra familia y cada vez nos resulta más difícil. No tengo derecho ni siquiera a soñar con alquilar un piso, no puedo darle a mi hijo la educación que tienen sus hermanos; él gana dinero pero vivimos en la miseria. Para colmo, tengo que aguantar a diario los reproches de mi familia, y con razón, porque no entienden que, ganando lo que gana, vivamos como vivimos, mientras su ex mujer lo tiene todo».

Aparte de los niños fruto de matrimonios separados, hay que destacar otro colectivo que sufre las separaciones y al que casi nunca se menciona: las segundas esposas.

«En algunas ocasiones, al principio de la relación, su ex nos acosaba, llamaba continuamente y le decía que él hiciera lo que le diera la gana, pero que no se atreviera a dejar de pagarle lo que le pertenecía porque, de lo contrario, le denunciaba y le mandaba a la cárcel». Amenazas, acoso, insultos, etcétera, y sin atreverse a acudir a ningún lugar donde le garantizaran el cumplimiento de sus derechos, porque, según explica, muchos a los que hizo partícipes de lo que estaba ocurriendo le indicaron que la actitud de la ex estaba dentro de la normalidad.

Mujeres asociadas

Todas estas cuestiones han culminado en la creación de distintas asociaciones de mujeres. Todas ellas luchan por una igualdad y muchas dudan de la eficacia del ministerio creado a tal efecto, que se plantea la igualdad de unas, pero no la igualdad para con otras. Son muchas las circunstancias a las que tiene que hacer frente una mujer que decida convertirse en esposa de un hombre divorciado, porque sus derechos, a pesar de ser los mismos de los que gozó la primera esposa, no son contemplados de la misma manera e incluso tienen que ser divididos, no siempre en partes iguales.

Según señala Pedro Fumero, miembro de una de las plataformas de Custodia Compartida, «en una familia, cuando nace un hijo, la cantidad económica con la que se cuenta para los gastos familiares se distribuye, y si se sumase un nuevo miembro a la unidad familiar, se volvería a dividir». En el caso de un nuevo matrimonio tras un divorcio, «el juez no contemplaría que se dividiese el dinero aportado por el padre entre los hijos en partes iguales de uno y otro matrimonio».

En el caso de un hijo nacido de un segundo matrimonio, para gozar de lo mismo que sus hermanos, su padre tendría que buscar un trabajo extra o ser mantenido por la madre.

Según señala Belarmina Martínez, presidenta honorífica de la Asociación Mujer, Solidaridad y Vida, la Ley de Divorcio contempla que la segunda esposa tendrá que compartir la pensión de viuda en caso de que ésta estuviese cobrando una pensión compensatoria. La cantidad de dinero a la que tiene derecho cada una está sujeta a un reparto en función de los años de matrimonio, con lo que, «en la mayor parte de los casos, es la primera esposa la que recibe una prestación de mayor cuantía».

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